El Mensaje de Silo y la transformación del trasfondo psicosocial
Loredana
Cici
Parques de estudio y reflexión, Attigliano, 4
noviembre 2012
Extracto:
Me parece que lo que nos une es la
común preocupación por desarrollar nuevas imágenes capaces de socavar las
imágenes dominantes en su aspecto destructivo, y cómo hacerlo: no se trata de
eliminar el modelo existente destruyéndolo, sino de substituirlo
progresivamente con un modelo de signo distinto.
En esta breve
exposición trataré de ilustrar cómo El Mensaje de Silo propone un sistema de
imágenes, de representaciones, destinada a influir en la transformación del
transfondo psicosocial.
Antes será necesario
aclarar los términos esenciales del discurso: qué es el Mensaje de Silo y qué
se entiende por trasfondo psicosocial, para luego esbozar el sistema de
representación contenido en el Mensaje y algunas reflexiones sobre su modus operandi.
El Mensaje de Silo,
para aquellos que nunca han oído hablar de él, es un libro escrito por Mario
Rodríguez Cobos, ese extraordinario pensador y escritor argentino desaparecido
dos años atrás, que nos ha dejado una cantidad de textos fundamentales para la
comprensión del fenómeno humano. En este caso, se trata de tres textos: el
Libro, conocido desde hace tiempo como “La Mirada Interna”, la Experiencia,
constituida por ocho ceremonias, y el Camino, que es un conjunto de reflexiones
y sugerencias que nos conducen a meditar sobre la vida, la coherencia de
nuestros actos, la actitud hacia el prójimo, sobre nuestra capacidad de
oponernos activamente a la violencia, hasta llevarnos a encontrar los signos de
lo sagrado en nuestro interior, a no creer en la muerte y a no imaginarnos
solos en nuestro pueblo, nuestra ciudad, en la Tierra y, con las palabras
de Giordano Bruno, en los infinitos mundos.
En estos últimos
años, se están formando en torno al Mensaje de Silo comunidades de hombres y
mujeres, jóvenes y ancianos, pertenecientes a todos los niveles sociales, que
se reúnen para compartir las ceremonias, para profundizar los temas del libro,
para meditar sobre ellos, y que tratan de llevar esta experiencia a la vida
cotidiana, inspirándose en ella para actuar en el mundo.
Para intentar aclarar a qué nos referimos cuando hablamos
de trasfondo psicosocial, es
necesario hacer una pequeña digresión sobre la función de la representación en
el psiquismo humano.
Generalmente, cuando
se habla de imagen se piensa en la imagen visual, sobre todo en un momento en
que la comunicación visual ocupa un espacio tan predominante. De esto nos ha
hablado Christina Maria zum Felde en la primera ponencia de este simposio. Pero
podemos hablar también de imágenes sonoras (puedo imaginar el sonido de un
violín o el sonido de un piano, y si a menudo la imagen sonora está acompañada
por la imagen visual del instrumento, observo que puedo representarme el
distinto sonido de estos dos instrumentos); podemos hablar de imágenes
olfativas (puedo recordar el perfume de los azahares o de las rosas); de
imágenes gustativas (puedo recordar el gusto salado y la diferencia con lo
dulce); imágines táctiles (puedo representarme la aspereza del yute y la
tersura de la superficie de una lama de acero). Por ello preferimos hablar de
representación que se da en la conciencia, ya sea cuando percibo un objeto a
través de los sentidos como cuando lo recuerdo o lo imagino.
Pero no solo esisten representaciones ligadas a la
percepción de los sentido externos. Puedo representarme también un estado
emotivo. Puedo imaginar la alegría o la tristeza y reconocerlas a través de una
sensación general del cuerpo, que se caracteriza por una expansión en el caso
de la alegría y por una contracción en el caso de la tristeza. Aquí el sentido
que detecta el estado emotivo es una especie de tacto interno, que Silo –en Apuntes de Psicología– llama cenestesia. Finalmente, no representamos
solo objetos “tangibles” del mundo externo y estados emotivos, tenemos también
representación de una operación matemática que efectuamos mentalmente; tenemos
también representación de “intangibles”:
la solidaridad, la crueldad, la fidelidad, la libertad, etc.
En su libro Contribuciones
al Pensamiento -cuyo objetivo declarado es el sentar las bases de una
teoría general de la acción humana- y en particular en el ensayo “Psicología de
la Imagen”,
Silo pone en estrecha relación la imagen con la acción humana a través de una
original teoría del espacio de
representación, en la que la imagen se concibe como un modo activo de la
conciencia de estar en el mundo.
De los pocos pensadores que precedentemente han afrontado
la tematica, Silo menciona a Descartes que, en una carta a Cristina de Suecia, habla
de “punto de unión entre el pensamiento y la mobilidad del cuerpo”; Brentano
que –unos trescientos años más tarde- introduce en psicología el concepto de
intencionalidad; Husserl, que retoma y profundiza el estudio de la
intencionalidad, en especial en Ideas
para una Fenomenología Pura y una Filosofía Fenomenológica. A propósito de
la representación, Husserl habla de “res extensa”, o sea de la espacialidad
como una de las formas de la representación. Demostrando que el color no es
independiente de la extensión, Husserl había sentado la forma de la extensión
como condición de todas las imágenes visuales, de todas las representaciones
visuales. Esta aserción es la base teórica a partir de la cual Silo formula su
hipótesis sobre el espacio de representación.
El análisis de esta
hipótesis fascinante, en la que la colocación espacial de la representación
tiene consecuencias decisivas sobre la acciòn humana, va más allá del interés
(y sobre todo del tiempo) de esta exposición. Por lo tanto, para una
comprensión más amplia del argumento remitimos al texto antes citado. Por lo
que respecta a nuestro tema y simplificando mucho, podemos decir que sin
representación no habría acción humana. Un ejemplo de la vida cotidiana: estoy
en la sala de estar, advierto el estímulo del hambre, me levanto y me dirijo a
la cocina. ¿Por qué me pongo de pie y me dirijo a la cocina (y no al dormitorio)?
Evidentemente ha aparecido en el espacio de representación la imagen de los alimentos
en la nevera. Sin esta imagen me habría quedado sentada en el diván con un
hambre terrible.
No es posible eliminar la representación, y si lo fuese
se bloquearía la acción en el mundo. Sin embargo es posible modificar la
representación. Tal cosa puede suceder –a nivel individual– por un proceso
espontáneo de la conciencia que, para integrar situaciones que generan
sufrimiento, modifica con el pasar del tiempo la representación en memoria.
Pero puede también efectuarse intencionalmente, con técnicas específicas de
transformación de las imágenes, como las técnicas
transferenciales descritas por Luis Alberto Amman en su libro Autoliberación.
Por lo tanto, toda acción
humana está ligada a una representación que se elige entre tantas otras
representaciones posibles, que son parte de un sistema de representaciones
copresentes, que varía según las condiciones y los datos presentes en memoria.
En este sentido, el sistema de copresencias determina la conducta tanto de
individuos como de conjuntos humanos. En toda sociedad existe un sistema de
copresencias que, para los individuos que componen dicha sociedad, constituyen
opciones de respuesta a los estímulos. A este sistema de representaciones
copresentes nos referimos cuando hablamos de trasfondo psicosocial.
Utilizamos este neologismo
porque nos estamos refiriendo a algo más amplio que el substrato cutural: no se
trata solo de los elementos culturales que he absorbido durante el curso de mi
vida, sino también de las creencias religiosas, de los principios éticos, del
desarrollo de la ciencia y de la tecnologia, de las condiciones internas y
externas del momento en el que me encuentro cuando debo decidir qué hacer, cómo
orientar mi acción. Para volver a los ejemplos de la vida cotidiana, es muy
distinto tener en copresencia que, para hacer una determinada operación
matemática, dispongo de un ábaco o de una sofisticada calculadora electrónica.
Vivimos en tiempos en los
que este trasfondo se modifica continuamente gracias a la creciente
interconexión entre las distintas culturas, directamente asociada a la
evolución exponencial de las comunicaciones y de la tecnología en general que,
a su vez, constituyen importantes elementos del trasfondo psicosocial.
Indudablemente en este proceso de ampliación de las copresencias, aumetan las
opciones posibles y, como consecuencia, aumenta el campo de la libertad humana.
Sin embargo, en todas las culturas se están incorporando y acumulando aspectos
negativos que parecen prevalecer a través del acelerado proceso de
intercomunicación actual. El mundo que se manifiesta a través de los medios
masivos de comunicación está impregnado de violencia, prepotencia, injusticia,
materialismo, pragmatismo, etc., en una palabra, de deshumanización.
El Mensaje de Silo ofrece un
sistema de imágenes, de representaciones, dirigido a influir sobre la
transformación del trasfondo psicosocial, desplazando aquellos contenidos que
hoy amenazan la vida y la evolución humanas: la espiritualidad en vez del
materialismo, la noviolencia en lugar de la violencia, la solidaridad en vez de
la injusticia, el amor y la compasión en vez de la arrogancia y la opresión.
Este nuevo paisaje
comienza a delinearse ya a partir del principio del Libro. En el Capítulo I de La Mirada Interna se lee:
1. Aquí se cuenta cómo al sin-sentido de la vida se lo
convierte en sentido y plenitud.
2. Aquí hay alegría, amor al cuerpo, a la naturaleza, a
la humanidad y al espíritu.
3. Aquí se reniega de los sacrificios, del sentimiento de
culpa y de las amenazas de ultratumba.
4. Aquí no se opone lo terreno a lo eterno.
5. Aquí se habla de la revelación interior a la que llega
todo aquel que cuidadosamente medita en humilde búsqueda.
Pero
¿cómo opera el Mensaje? ¿Cómo puede
influir sobre el trasfondo psicosocial? De hecho, el Mensaje no propone una
organización más o menos centralizada, con mecanismos propios, niveles de
participación, objetivos de crecimiento o de expansión, etc., sino solamente un
campo de experiencia. Los miembros de una comunidad del Mensaje, a través de la
experiencia de las ceremonias, la meditación cotidiana sobre el sentido de sus
vidas, el estudio, el intercambio, la profundización de los contenidos
propuestos en el Mensaje, comienzan a vivir en una atmósfera en la que se
debilitan, hasta vaciarse, una serie de creencias de su sistema de
representación.
Con
la ceremonia de Bienestar, por ejemplo, las personas se reúnen para enviar
bienestar a los seres queridos que tienen algun problema afectivo, de relación
o de salud, tratando de sentir la presencia de estas personas, tratando de
sentir sus dificultades, para luego enviarles una oleada de bienestar
alimentada por el deseo que sienten los participantes de que la situación
mejore. En un segundo momento se da la posibilidad, a quien lo desee, de tratar
de sentir la presencia de esos seres muy queridos que no están aquí, en este
tiempo y en este espacio, sintiéndolos unidos a nosotros en la experiencia del
amor, de la paz y de la cálida alegría.
A
medida que uno se familiarizza con esta experiencia, se va abriendo camino en
nuestro espacio de representaciàon la posibilidad de superar las categorías de
tiempo y de espacio: enviamos bienestar a alguien que no está presente
físicamente, luego sentimos la presencia de alguien que no comparte con
nosotros ni el espacio ni el tiempo. Y dado que la relación que se establece
con estas personas crece, se modifica, se refuerza, también la barrera de la
muerte -aparentemente insuperable- se debilita hasta desaparecer para dejar
espacio a la posibilidad de experimentar una realidad más amplia, que
trasciende la finitud humana.
En
otra ceremonia es posible acceder a sensaciones y emociones completamente
ajenas a la percepción ordinaria, entrando en contacto con la Fuerza, esa fuerza que da
energía al cuerpo y a la mente.
Estas nuevas configuraciones generan un nuevo modo de
estar en el mundo, una nueva espiritualidad, una imagen del mundo, de las relaciones
interpersonales, del futuro individual y social, un nuevo sistema de
representación que no puede no orientar la acción en el mundo.
Y
¿de dónde surgen las nuevas imágenes? De la profundidad del ser humano, de la
especie humana, de esa intención evolutiva que ha puesto en marcha el proceso
humano y que en momentos de gran necesidad es capaz de lanzar señales que –si
se captan con bondad y buena fe– pueden dar un nuevo impulso para salir del impasse que el mismo proceso evolutivo
ha creado. (Como el agua que desciende
de las altas montañas cuando el sol de primavera comienza a fundir las nieves y
que lleva consigo el detritus que se acumula hasta formar barreras que terminan
por impedir que la corriente siga su curso. Pero la corriente, que no dejar de
bajar por la montaña, acumula en ese punto tanta fuerza que finalmente derriba
el embalse que ella misma ha producido para finalmente abrirse camino hacia la
desembocadura.)
Ayer Venancio Raspa citaba
en su intervención a Hegel más o menos con estas palabras “El derecho como
venganza es una nueva ofensa que como acción se transmite implacablemente al
infinito.” Es legítimo inferir que esta “implacable transmisión” vale tanto
para la venganza como para cualquier otra acción humana. Si una mariposa que agita
sus alas en Brasil, como consecuencia de una cadena de eventos puede provocar
un huracán en Texas, como hipotetiza el físico Edward Lorenz en 1979, ¿cuáles
consecuencias, previsibles o no, puede tener el hacer humano? No es indiferente
lo que hago con mi vida. Si mi acción es distinta, distintas serán las
consecuencias que producirá, distinta la dirección que tomará la cadena de
eventos que se desata, que yo lo quiera o no, y que nadie ni nada –ni siquiera
la muerte- podrá detener.
Un mensajero que
vive en el Mensaje, en sus experiencias y en sus meditaciones, no puede
transmitir en palabras una experiencia o una enseñanza. Pero cuanto más
profunda sea su experiencia, tanto más se orientará su hacer en el mundo,
generando una cadena de acciones de signo distinto a las que propone el actual trasfondo
psicosocial. Desde este punto de vista sus acciones serán representaciones de
una nueva opción de conducta. Solo la experiencia puede dar al nuevo sistema de
representaciones la convicción necesaria para que éste se traduzca a nivel de
comportamiento, porque no son suficientes ni la apreciación intelectual ni el
deseo de adherir a tales imágenes nuevas.
Retomo aquí el comentario de Riccardo Troisi acerca de la
necesidad de no esperar pasivamente que el proceso histórico nos imponga el
cambio, de actuar intencionalmente para introducir elementos de cambio. Para
que estas imágenes, estas nuevas representaciones encuentren su lugar también
en el trasfondo psicosocial, para que sean opciones disponibles para todos, es
necesario que el número de individuos que las comparten se amplíe
progresivamente.
La difusion del Mensaje, como acción intencional dirigida
a modificar el trasfondo psicosocial, coherentemente con lo que hemos dicho
hasta ahora, no puede ser otra cosa que generar las condiciones para que
individuos y conjuntos humanos puedan acceder a la experiencia.
La profunda espiritualidad que inspira el Mensaje de Silo
no es solo una experiencia individual y por lo tanto incomunicable. Sí es
incomunicable la experiencia de contacto con lo sagrado, ese momento en el que
logro eludir las estrictas categorías espacio-temporales del funcionamiento
“normal” de la conciencia. Pero esa misma experiencia, en el contexto del
sistema de representaciones que inspira el Mensaje, tenderá a manifestarse como
compromiso en el mundo, traduciéndose en acción social, política, cultural,
etc.
En este paisaje resuena el eco de aquellos momentos en los que el ser humano ha sabido
despertar esta espiritualidad, ha podido abrevar de la profundidad de su
ser, punto de encuentro entre microcosmos y macrocosmos, ha sabido traducir las
señales de la Mente
para dar un nuevo impulso a la evolución humana.
En las primeras frases de la última parte
del Mensaje, El Camino, se lee:
Aprende
a superar el dolor y el sufrimiento en ti, en tu prójimo y en la sociedad
humana. Aprende a resistir la violencia que hay en ti y fuera de ti.
Resuena aquí la enseñanza de Gotama Sakyamuni, el Buda, tendiente
toda ella a la superación del sufrimiento. En estas frases, así como en La Mirada Interna, en ese mirarse internamente -como dirección
activa de la conciencia, necesaria para develar el sentido, para transformar el
sin-sentido en sentido y plenitud-, cómo no percibir el eco de la
extraordinaria intuición del Buda que, en el VI siglo a.C., afirma que la conciencia
humana posee la capacidad de observarse, de reflexionar sobre sí misma y por lo
tanto de modificarse?
Se dice además en El
Camino:
Aprende a reconocer los signos de lo sagrado en
ti y fuera de ti.
Vuelven a la mente las palabras que
Pico de la Mirándola,
en su Oración De la diginidad del Ser
Humano, hace pronunciar a Dios que acaba de crear a Adán:
«
... No te hemos hecho ni celeste ni terreno, ni mortal ni inmortal, con el fin
de que tú, como libre y extrarodinario artífice de ti mismo, puedas plasmarte
en la forma que prefirieras. Podrás degenerar en los seres inferiores que son
las bestias; podrás regenerarte, según tu decisión, en los seres superiores que
son divinos.»
Más explícita es la
referencia a Giordano Bruno en otra sugerencia de El Camino: No imagines que estás solo en tu pueblo, en
tu ciudad, en la Tierra
y en los infinitos mundos.
Así escribía el monje
visionario:
«...De
manera que no hay un solo mundo, una sola tierra, un solo sol, sino tantos mundos
cuantas lámparas brillantes vemos en torno a nosotros, las cuales están en un
único cielo, lugar y ambiente, tanto como este mundo, en el cual nos hallamos
nosotros, está en un único ambiente, lugar y cielo. Pero si infinitos son los
mundos y las Galaxias, el hombre no puede ser el privilegiado de la creación.
Tanto menos lo es un único pueblo, perteneciente a las múltiples y
multifacéticas razas humanas. »
Con estas palabras de su De
l’infinito, universo et mondi (Del
infinito: el universo y los mundos) de 1583, que ponían en discusión el
sistema en el que se basaba el poder temporal de la Iglesia, Giordano Bruno se
entregaba a su destino en la hoguera. Aquellas palabras que hoy nos parecen
indiscutibles fueron un hito importantísimo en la historia de la evolución del
hombre. En 1543 Copérnico propone un modelo de sistema solar que, superando la
concepción del sistema geocéntrico tolemaico, teorizaba que la Tierra y los demás planetas
orbitasen alrededor del Sol: una visión revolucionaria pero que, de todas
maneras, seguía proponiendo un sistema cerrado como el de la tradición
aristotélica. Solo 40 años más tarde Giordano Bruno ya introduce la idea de un
universo abierto, infinito y dinámico.
Giordano Bruno representa
aún hoy, para el mundo de la ciencia astronómica y astrofísica, un paradigma
cultural. Ya ha sido comprobada la existencia, no solo de innumerables soles,
sino de infinitos mundos. Y tenemos pruebas de que la vida, en sus distintas
formas, no puede ser prerrogativa exclusiva de la Tierra. Representa
además la capacidad del ser humano de intuir, de superar los límites de lo
aceptado comúnmente, de captar señales que provienen de otra dimensión
espacio-temporal.
El sistema de
representaciones, el paisaje que emerge del Mensaje de Silo está impregnado de una
profunda espiritualidad que quisiera definir con las palabras que se pronuncian
en la ceremonia de Reconocimiento, en la que un nuevo miembro se incluye en la Comunidad:
Una espiritualidad que “no es la espiritualidad de la superstición, no es la espiritualidad
de la intolerancia, no es la espiritualidad del dogma, no es la espiritualidad
de la violencia religiosa; es la
espiritualidad que ha despertado de su profundo sueño para nutrir a los seres
humanos en sus mejores aspiraciones.”
Gracias por la atención.