viernes, 30 de noviembre de 2012





El Mensaje de Silo y la transformación del trasfondo psicosocial

Loredana Cici
Parques de estudio y reflexión, Attigliano,  4 noviembre 2012
Extracto:
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            Me parece que lo que nos une es la común preocupación por desarrollar nuevas imágenes capaces de socavar las imágenes dominantes en su aspecto destructivo, y cómo hacerlo: no se trata de eliminar el modelo existente destruyéndolo, sino de substituirlo progresivamente con un modelo de signo distinto.
            En esta breve exposición trataré de ilustrar cómo El Mensaje de Silo propone un sistema de imágenes, de representaciones, destinada a influir en la transformación del transfondo psicosocial.
            Antes será necesario aclarar los términos esenciales del discurso: qué es el Mensaje de Silo y qué se entiende por trasfondo psicosocial, para luego esbozar el sistema de representación contenido en el Mensaje y algunas reflexiones sobre su modus operandi.
El Mensaje de Silo, para aquellos que nunca han oído hablar de él, es un libro escrito por Mario Rodríguez Cobos, ese extraordinario pensador y escritor argentino desaparecido dos años atrás, que nos ha dejado una cantidad de textos fundamentales para la comprensión del fenómeno humano. En este caso, se trata de tres textos: el Libro, conocido desde hace tiempo como “La Mirada Interna”, la Experiencia, constituida por ocho ceremonias, y el Camino, que es un conjunto de reflexiones y sugerencias que nos conducen a meditar sobre la vida, la coherencia de nuestros actos, la actitud hacia el prójimo, sobre nuestra capacidad de oponernos activamente a la violencia, hasta llevarnos a encontrar los signos de lo sagrado en nuestro interior, a no creer en la muerte y a no imaginarnos solos en nuestro pueblo, nuestra ciudad, en la Tierra y, con las palabras de Giordano Bruno, en los infinitos mundos.  
            En estos últimos años, se están formando en torno al Mensaje de Silo comunidades de hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, pertenecientes a todos los niveles sociales, que se reúnen para compartir las ceremonias, para profundizar los temas del libro, para meditar sobre ellos, y que tratan de llevar esta experiencia a la vida cotidiana, inspirándose en ella para actuar en el mundo.
Para intentar aclarar a qué nos referimos cuando hablamos de trasfondo psicosocial, es necesario hacer una pequeña digresión sobre la función de la representación en el psiquismo humano.
            Generalmente, cuando se habla de imagen se piensa en la imagen visual, sobre todo en un momento en que la comunicación visual ocupa un espacio tan predominante. De esto nos ha hablado Christina Maria zum Felde en la primera ponencia de este simposio. Pero podemos hablar también de imágenes sonoras (puedo imaginar el sonido de un violín o el sonido de un piano, y si a menudo la imagen sonora está acompañada por la imagen visual del instrumento, observo que puedo representarme el distinto sonido de estos dos instrumentos); podemos hablar de imágenes olfativas (puedo recordar el perfume de los azahares o de las rosas); de imágenes gustativas (puedo recordar el gusto salado y la diferencia con lo dulce); imágines táctiles (puedo representarme la aspereza del yute y la tersura de la superficie de una lama de acero). Por ello preferimos hablar de representación que se da en la conciencia, ya sea cuando percibo un objeto a través de los sentidos como cuando lo recuerdo o lo imagino.
Pero no solo esisten representaciones ligadas a la percepción de los sentido externos. Puedo representarme también un estado emotivo. Puedo imaginar la alegría o la tristeza y reconocerlas a través de una sensación general del cuerpo, que se caracteriza por una expansión en el caso de la alegría y por una contracción en el caso de la tristeza. Aquí el sentido que detecta el estado emotivo es una especie de tacto interno, que Silo –en Apuntes de Psicología– llama cenestesia. Finalmente, no representamos solo objetos “tangibles” del mundo externo y estados emotivos, tenemos también representación de una operación matemática que efectuamos mentalmente; tenemos también  representación de “intangibles”: la solidaridad, la crueldad, la fidelidad, la libertad, etc.
En su libro Contribuciones al Pensamiento -cuyo objetivo declarado es el sentar las bases de una teoría general de la acción humana- y en particular en el ensayo “Psicología de la Imagen”, Silo pone en estrecha relación la imagen con la acción humana a través de una original teoría del espacio de representación, en la que la imagen se concibe como un modo activo de la conciencia de estar en el mundo.
De los pocos pensadores que precedentemente han afrontado la tematica, Silo menciona a Descartes que, en una carta a Cristina de Suecia, habla de “punto de unión entre el pensamiento y la mobilidad del cuerpo”; Brentano que –unos trescientos años más tarde- introduce en psicología el concepto de intencionalidad; Husserl, que retoma y profundiza el estudio de la intencionalidad, en especial en Ideas para una Fenomenología Pura y una Filosofía Fenomenológica. A propósito de la representación, Husserl habla de “res extensa”, o sea de la espacialidad como una de las formas de la representación. Demostrando que el color no es independiente de la extensión, Husserl había sentado la forma de la extensión como condición de todas las imágenes visuales, de todas las representaciones visuales. Esta aserción es la base teórica a partir de la cual Silo formula su hipótesis sobre el espacio de representación.
            El análisis de esta hipótesis fascinante, en la que la colocación espacial de la representación tiene consecuencias decisivas sobre la acciòn humana, va más allá del interés (y sobre todo del tiempo) de esta exposición. Por lo tanto, para una comprensión más amplia del argumento remitimos al texto antes citado. Por lo que respecta a nuestro tema y simplificando mucho, podemos decir que sin representación no habría acción humana. Un ejemplo de la vida cotidiana: estoy en la sala de estar, advierto el estímulo del hambre, me levanto y me dirijo a la cocina. ¿Por qué me pongo de pie y me dirijo a la cocina (y no al dormitorio)? Evidentemente ha aparecido en el espacio de representación la imagen de los alimentos en la nevera. Sin esta imagen me habría quedado sentada en el diván con un hambre terrible.
No es posible eliminar la representación, y si lo fuese se bloquearía la acción en el mundo. Sin embargo es posible modificar la representación. Tal cosa puede suceder –a nivel individual– por un proceso espontáneo de la conciencia que, para integrar situaciones que generan sufrimiento, modifica con el pasar del tiempo la representación en memoria. Pero puede también efectuarse intencionalmente, con técnicas específicas de transformación de las imágenes, como las técnicas transferenciales descritas por Luis Alberto Amman en su libro Autoliberación.
Por lo tanto, toda acción humana está ligada a una representación que se elige entre tantas otras representaciones posibles, que son parte de un sistema de representaciones copresentes, que varía según las condiciones y los datos presentes en memoria. En este sentido, el sistema de copresencias determina la conducta tanto de individuos como de conjuntos humanos. En toda sociedad existe un sistema de copresencias que, para los individuos que componen dicha sociedad, constituyen opciones de respuesta a los estímulos. A este sistema de representaciones copresentes nos referimos cuando hablamos de trasfondo psicosocial.
Utilizamos este neologismo porque nos estamos refiriendo a algo más amplio que el substrato cutural: no se trata solo de los elementos culturales que he absorbido durante el curso de mi vida, sino también de las creencias religiosas, de los principios éticos, del desarrollo de la ciencia y de la tecnologia, de las condiciones internas y externas del momento en el que me encuentro cuando debo decidir qué hacer, cómo orientar mi acción. Para volver a los ejemplos de la vida cotidiana, es muy distinto tener en copresencia que, para hacer una determinada operación matemática, dispongo de un ábaco o de una sofisticada calculadora electrónica.
Vivimos en tiempos en los que este trasfondo se modifica continuamente gracias a la creciente interconexión entre las distintas culturas, directamente asociada a la evolución exponencial de las comunicaciones y de la tecnología en general que, a su vez, constituyen importantes elementos del trasfondo psicosocial. Indudablemente en este proceso de ampliación de las copresencias, aumetan las opciones posibles y, como consecuencia, aumenta el campo de la libertad humana. Sin embargo, en todas las culturas se están incorporando y acumulando aspectos negativos que parecen prevalecer a través del acelerado proceso de intercomunicación actual. El mundo que se manifiesta a través de los medios masivos de comunicación está impregnado de violencia, prepotencia, injusticia, materialismo, pragmatismo, etc., en una palabra, de deshumanización.
El Mensaje de Silo ofrece un sistema de imágenes, de representaciones, dirigido a influir sobre la transformación del trasfondo psicosocial, desplazando aquellos contenidos que hoy amenazan la vida y la evolución humanas: la espiritualidad en vez del materialismo, la noviolencia en lugar de la violencia, la solidaridad en vez de la injusticia, el amor y la compasión en vez de la arrogancia y la opresión.
            Este nuevo paisaje comienza a delinearse ya a partir del principio del Libro. En el Capítulo I de La Mirada Interna se lee:
1. Aquí se cuenta cómo al sin-sentido de la vida se lo convierte en sentido y plenitud.
2. Aquí hay alegría, amor al cuerpo, a la naturaleza, a la humanidad y al espíritu.
3. Aquí se reniega de los sacrificios, del sentimiento de culpa y de las amenazas de ultratumba.
4. Aquí no se opone lo terreno a lo eterno.
5. Aquí se habla de la revelación interior a la que llega todo aquel que cuidadosamente medita en humilde búsqueda.
Pero ¿cómo opera el Mensaje? ¿Cómo puede influir sobre el trasfondo psicosocial? De hecho, el Mensaje no propone una organización más o menos centralizada, con mecanismos propios, niveles de participación, objetivos de crecimiento o de expansión, etc., sino solamente un campo de experiencia. Los miembros de una comunidad del Mensaje, a través de la experiencia de las ceremonias, la meditación cotidiana sobre el sentido de sus vidas, el estudio, el intercambio, la profundización de los contenidos propuestos en el Mensaje, comienzan a vivir en una atmósfera en la que se debilitan, hasta vaciarse, una serie de creencias de su sistema de representación.  
Con la ceremonia de Bienestar, por ejemplo, las personas se reúnen para enviar bienestar a los seres queridos que tienen algun problema afectivo, de relación o de salud, tratando de sentir la presencia de estas personas, tratando de sentir sus dificultades, para luego enviarles una oleada de bienestar alimentada por el deseo que sienten los participantes de que la situación mejore. En un segundo momento se da la posibilidad, a quien lo desee, de tratar de sentir la presencia de esos seres muy queridos que no están aquí, en este tiempo y en este espacio, sintiéndolos unidos a nosotros en la experiencia del amor, de la paz y de la cálida alegría.
A medida que uno se familiarizza con esta experiencia, se va abriendo camino en nuestro espacio de representaciàon la posibilidad de superar las categorías de tiempo y de espacio: enviamos bienestar a alguien que no está presente físicamente, luego sentimos la presencia de alguien que no comparte con nosotros ni el espacio ni el tiempo. Y dado que la relación que se establece con estas personas crece, se modifica, se refuerza, también la barrera de la muerte -aparentemente insuperable- se debilita hasta desaparecer para dejar espacio a la posibilidad de experimentar una realidad más amplia, que trasciende la finitud humana.
En otra ceremonia es posible acceder a sensaciones y emociones completamente ajenas a la percepción ordinaria, entrando en contacto con la Fuerza, esa fuerza que da energía al cuerpo y a la mente.
            Estas nuevas configuraciones generan un nuevo modo de estar en el mundo, una nueva espiritualidad, una imagen del mundo, de las relaciones interpersonales, del futuro individual y social, un nuevo sistema de representación que no puede no orientar la acción en el mundo.
            Y ¿de dónde surgen las nuevas imágenes? De la profundidad del ser humano, de la especie humana, de esa intención evolutiva que ha puesto en marcha el proceso humano y que en momentos de gran necesidad es capaz de lanzar señales que –si se captan con bondad y buena fe– pueden dar un nuevo impulso para salir del impasse que el mismo proceso evolutivo ha creado.  (Como el agua que desciende de las altas montañas cuando el sol de primavera comienza a fundir las nieves y que lleva consigo el detritus que se acumula hasta formar barreras que terminan por impedir que la corriente siga su curso. Pero la corriente, que no dejar de bajar por la montaña, acumula en ese punto tanta fuerza que finalmente derriba el embalse que ella misma ha producido para finalmente abrirse camino hacia la desembocadura.)
Ayer Venancio Raspa citaba en su intervención a Hegel más o menos con estas palabras “El derecho como venganza es una nueva ofensa que como acción se transmite implacablemente al infinito.” Es legítimo inferir que esta “implacable transmisión” vale tanto para la venganza como para cualquier otra acción humana. Si una mariposa que agita sus alas en Brasil, como consecuencia de una cadena de eventos puede provocar un huracán en Texas, como hipotetiza el físico Edward Lorenz en 1979, ¿cuáles consecuencias, previsibles o no, puede tener el hacer humano? No es indiferente lo que hago con mi vida. Si mi acción es distinta, distintas serán las consecuencias que producirá, distinta la dirección que tomará la cadena de eventos que se desata, que yo lo quiera o no, y que nadie ni nada –ni siquiera la muerte- podrá detener.
           
            Un mensajero que vive en el Mensaje, en sus experiencias y en sus meditaciones, no puede transmitir en palabras una experiencia o una enseñanza. Pero cuanto más profunda sea su experiencia, tanto más se orientará su hacer en el mundo, generando una cadena de acciones de signo distinto a las que propone el actual trasfondo psicosocial. Desde este punto de vista sus acciones serán representaciones de una nueva opción de conducta. Solo la experiencia puede dar al nuevo sistema de representaciones la convicción necesaria para que éste se traduzca a nivel de comportamiento, porque no son suficientes ni la apreciación intelectual ni el deseo de adherir a tales imágenes nuevas. 
Retomo aquí el comentario de Riccardo Troisi acerca de la necesidad de no esperar pasivamente que el proceso histórico nos imponga el cambio, de actuar intencionalmente para introducir elementos de cambio. Para que estas imágenes, estas nuevas representaciones encuentren su lugar también en el trasfondo psicosocial, para que sean opciones disponibles para todos, es necesario que el número de individuos que las comparten se amplíe progresivamente.
La difusion del Mensaje, como acción intencional dirigida a modificar el trasfondo psicosocial, coherentemente con lo que hemos dicho hasta ahora, no puede ser otra cosa que generar las condiciones para que individuos y conjuntos humanos puedan acceder a la experiencia.
            La profunda espiritualidad que inspira el Mensaje de Silo no es solo una experiencia individual y por lo tanto incomunicable. Sí es incomunicable la experiencia de contacto con lo sagrado, ese momento en el que logro eludir las estrictas categorías espacio-temporales del funcionamiento “normal” de la conciencia. Pero esa misma experiencia, en el contexto del sistema de representaciones que inspira el Mensaje, tenderá a manifestarse como compromiso en el mundo, traduciéndose en acción social, política, cultural, etc.
En este paisaje resuena el eco de aquellos momentos en los que el ser humano ha sabido despertar esta espiritualidad, ha podido abrevar de la profundidad de su ser, punto de encuentro entre microcosmos y macrocosmos, ha sabido traducir las señales de la Mente para dar un nuevo impulso a la evolución humana.
En las primeras frases de la última parte del Mensaje, El Camino, se lee:
Aprende a superar el dolor y el sufrimiento en ti, en tu prójimo y en la sociedad humana. Aprende a resistir la violencia que hay en ti y fuera de ti.
Resuena aquí la enseñanza de Gotama Sakyamuni, el Buda, tendiente toda ella a la superación del sufrimiento. En estas frases, así como en La Mirada Interna,  en ese mirarse internamente -como dirección activa de la conciencia, necesaria para develar el sentido, para transformar el sin-sentido en sentido y plenitud-, cómo no percibir el eco de la extraordinaria intuición del Buda que, en el VI siglo a.C., afirma que la conciencia humana posee la capacidad de observarse, de reflexionar sobre sí misma y por lo tanto de modificarse?
            Se dice además en El Camino:
Aprende a reconocer los signos de lo sagrado en ti y fuera de ti.  
            Vuelven a la mente las palabras que Pico de la Mirándola, en su Oración De la diginidad del Ser Humano, hace pronunciar a Dios que acaba de crear a Adán:
« ... No te hemos hecho ni celeste ni terreno, ni mortal ni inmortal, con el fin de que tú, como libre y extrarodinario artífice de ti mismo, puedas plasmarte en la forma que prefirieras. Podrás degenerar en los seres inferiores que son las bestias; podrás regenerarte, según tu decisión, en los seres superiores que son divinos.»
Más explícita es la referencia a Giordano Bruno en otra sugerencia de El Camino: No imagines que estás solo en tu pueblo, en tu ciudad, en la Tierra y en los infinitos mundos.
Así escribía el monje visionario:
«...De manera que no hay un solo mundo, una sola tierra, un solo sol, sino tantos mundos cuantas lámparas brillantes vemos en torno a nosotros, las cuales están en un único cielo, lugar y ambiente, tanto como este mundo, en el cual nos hallamos nosotros, está en un único ambiente, lugar y cielo. Pero si infinitos son los mundos y las Galaxias, el hombre no puede ser el privilegiado de la creación. Tanto menos lo es un único pueblo, perteneciente a las múltiples y multifacéticas razas humanas. »
Con estas palabras de su De l’infinito, universo et mondi (Del infinito: el universo y los mundos) de 1583, que ponían en discusión el sistema en el que se basaba el poder temporal de la Iglesia, Giordano Bruno se entregaba a su destino en la hoguera. Aquellas palabras que hoy nos parecen indiscutibles fueron un hito importantísimo en la historia de la evolución del hombre. En 1543 Copérnico propone un modelo de sistema solar que, superando la concepción del sistema geocéntrico tolemaico, teorizaba que la Tierra y los demás planetas orbitasen alrededor del Sol: una visión revolucionaria pero que, de todas maneras, seguía proponiendo un sistema cerrado como el de la tradición aristotélica. Solo 40 años más tarde Giordano Bruno ya introduce la idea de un universo abierto, infinito y dinámico.
Giordano Bruno representa aún hoy, para el mundo de la ciencia astronómica y astrofísica, un paradigma cultural. Ya ha sido comprobada la existencia, no solo de innumerables soles, sino de infinitos mundos. Y tenemos pruebas de que la vida, en sus distintas formas, no puede ser prerrogativa exclusiva de la Tierra. Representa además la capacidad del ser humano de intuir, de superar los límites de lo aceptado comúnmente, de captar señales que provienen de otra dimensión espacio-temporal.
            El sistema de representaciones, el paisaje que emerge del Mensaje de Silo está impregnado de una profunda espiritualidad que quisiera definir con las palabras que se pronuncian en la ceremonia de Reconocimiento, en la que un nuevo miembro se incluye en la Comunidad:
Una espiritualidad que “no es la espiritualidad de la superstición, no es la espiritualidad de la intolerancia, no es la espiritualidad del dogma, no es la espiritualidad de la violencia religiosa;  es la espiritualidad que ha despertado de su profundo sueño para nutrir a los seres humanos en sus mejores aspiraciones.”
            Gracias por la atención.